12 jul 2013

Vectores

Ella me enseñó que no podemos olvidar. Con ella bailé una canción, no recuerdo ni su nombre ni su autor, ni si era lenta o animada, pero lo que sí que sé es que la escogimos nosotros. Eran otros tiempos, los de creer que los puntos de giro importantes son los que escribes tú y no un reproductor de música aleatorio. El caso es que bailamos una canción, pero no sabría decirte cuanto tiempo lo estuvimos haciendo. ¿Cuánto duran de media las canciones? ¿3 minutos? Pues yo no te sabría decir si la nuestra duró 10 segundos o 20 minutos, porque aquella noche los métodos de medición tradicionales no servían para nada. Cuando acabó, nos miramos y dijimos que ya era suficiente. Después nos dedicamos a fumarnos la noche, mojándola en vasos de ron para hacerla más llevadera. Así era más fácil y nos sentíamos menos extraños en medio de la multitud.


Ella me dijo que mis ojeras estaban cargadas de problemas y yo le dije que esos aún estaban por llegar, como los suyos. Los dos nos reímos, pero sabíamos que todo era como un encuentro entre dos satélites artificiales que tenían otra estación de destino deseada, aunque ningún insomnio les aseguraba llegar a ella. Los dos queríamos huir, pero acabamos yéndonos juntos a casa aunque durmiéramos separados. En el fondo, los dos sabíamos que huir no sirve de nada, ya que la distancia es un vector insignificante comparado con el tiempo.

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