Cuando llega el 31 de diciembre todos nos volvemos
gilipollas. ¿Por qué? Porque siempre venimos con esa cantinela de que este ha
sido el mejor año de nuestras vidas. Fin de año es el día de la memoria
selectiva y de empezar de cero, como si la mochila se vaciase por el simple
hecho de comer doce uvas y brindar con champán.
2013 no ha sido mi año. O sí. No sabría decirlo. Lo que
tengo claro es que ha sido el año donde más he aprendido en mi vida. Y por eso,
me gustaría compartir ocho (auto)consejos básicos que me han hecho crecer o
cambiar en los últimos doce meses.
1. Perderse es bueno para volver a encontrarse, aunque para
ello tenga que cambiar Santiago por Madrid. (Y por el camino, puedes dejar la
cámara para coger un micrófono)
2. Siempre debemos buscarnos una sonrisa nueva, aunque la
anterior acabe destrozada a base de golpes.
3. Tenemos la capacidad para llegar a cualquier sitio, pero
no para irnos de ninguna parte.
4. Para ser feliz no es necesario sentirse la línea de meta
de nadie.
5. Tú te has ido, pero has vuelto para enseñarme que hay que quererse
un poco. O como dice Adriana Moragues: “Recuérdame que me quiera más a mi que a ti”
6. He aprendido que odiar nunca puede ir de la mano de
olvidar. Y que el pasado es una chica a lo que no hay que desvestir.
7. Por supuesto, que cuando el invierno se retrasa es
porque acabará llegando con más fuerza.
8. Y para acabar que las derrotas son importantes y que sin
ellas nunca aprenderíamos a caminar.
No sé que nos deparará 2014, pero yo solo tengo claro que
quiero seguir aprendiendo.
¡Feliz 2014 para todos!
En especial, a los que venís por aquí de cuando en vez para gritar aquello de
que “no somos tontos”.