No eras tú, pero esa noche tampoco era yo. Me dijiste que
siempre me dejaba llevar por la inercia, pero yo lo llamaría ganas de
complicarse la vida y ganas de cuerda floja. Esa que a veces gusta y otras
veces hace daño. Esa a la que todos nos aferramos en la noches de insomnio.
Esa madrugada no dejaba de pensar en aquellas películas recalentadas al microondas. Esas en la que tú no te podías quedar callada. Siempre decías que te sobraban personajes, que lo insulso no era interesante y que los secundarios te hacían perder el tiempo. Un tiempo precioso, supongo, ya que tú vida siempre estaba un paso por delante.
Yo no decía nada, supongo que por miedo o porque discutir contigo
no era un mal menor, pero ellos eran como yo. Esos a los que tanto
despreciabas, y a los que tanto desprecian, pero que son un mal tan necesario como menor. Esos que buscan una forma de sacar adelante su día a día. Una forma anónima de ser feliz.
“Lo importante en esta
vida es hacer bien tu papel. Aunque a veces sea un simple papel secundario”