15 may 2014

Lo que decimos es inversamente proporcional a lo que callamos

- Hola

(Ya está. Lo he vuelto a hacer otra vez. Como el que le coge cariño a la piedra. Esa que duele, que quema y que parece que siempre sale a flote en los vasos de ron)

- Hola. No te esperaba por aquí. ¿Qué tal lo llevas?

(Y sonríe claro. Y con ella sonríe la tarde, las flores y hasta el vecino del quinto que siempre está de morros. Ella sabe que con su sonrisa arregla el mundo y quiere arreglarme el mío. Como si fuera tan fácil)

- Bueno, ando ocupado. ¿Pero eso no es malo, no?

(Ocupado en pensarte, en descifrarte. Como si eso fuese una obligación, o unos deberes que me impone la razón. Esos que quedarán pendientes para septiembre)

- Claro que no. Seguro que estás haciendo mil cosas interesantes.

(Desde luego. Y podrían ser dos mil más si me sonrieras así a todas horas. Pero tranquila, que sé de sobra cuál es mi papel en esta historia)

- Y tú, ¿cómo estás?

(Contraataque rápido. Para no soltarlo, para no cagarla....como si no lo hubiese hecho ya. Para saber que estarás bien, pero que también podrías estar mejor. O a eso se aferran los valientes gilipollas)

- Bien, como siempre.

(No esperaba menos de ti. Y vuelves a sonreír, y te revuelves el pelo para hacerlo todo más difícil, pero también jodidamente bonito)

- Me alegro.

(De que existas. Y punto)

-Es tarde. Me tengo que ir.

(Lo sé, conozco de sobra tus mil formas de irte. Y son preciosas, así que no quiero ni imaginar como serían tus formas de quedarte)

-No te preocupes. A mi también se me hace tarde. ¡Hasta luego!

(Hasta que vuelva a caer. Hasta que el autocontrol falle e imagine que todo vuelve a tener sentido. O a intentarlo, para saltarme las señales y estrellarme entre tus curvas. Otra vez. Y otra. Y otra. Y otra)

-¡Hasta luego!

(Te giras y te vas, aunque por si acaso te das la vuelta. Sé que lo has escuchado, pero no es más que un disparo. Tranquila. No pasa nada. Simplemente me has matado otra vez)


Porque el cementerio de las noches de insomnio también está lleno de valientes

5 may 2014

Dependencia

Hoy quiero hablar de fútbol. Pero no dejéis de leer tan rápido, porque a veces el deporte se puede parecer mucho a la vida. Viajemos a un bar cualquiera de una ciudad cualquiera. Eso da igual, porque en todas las ciudades hay seguidores de los tres equipos grandes. Los hay porque ellos ganan más que los otros. Y lo fácil nos encanta en el siglo XXI. Así nos va, claro

- ¡Qué putada! ¡Qué difícil se pone todo!
- Tranquilo. Aún tenemos opciones. Míralo por el lado positivo
- Es que cada vez que lo pienso.....¡ay! Si no hubiésemos tirado aquellos partidos dependeríamos de nosotros.
- Pero lo vamos a sacar adelante. ¡Tranquilo!
- Ya, ya. Ojalá.....pero no depende de lo que hagamos. Eso es lo peor.

Millones de españoles se echan las manos a la cabeza porque el éxito de su equipo no depende solo de sus actos. Y a mí se me escapa una sonrisa. Porque en realidad, las personas casi nunca dependemos de nosotros mismos para conseguir lo que queremos.

Piénsalo. Podemos hacerlo de lujo. Intentarlo. Incluso caernos y levantarnos para volver a creer. Pero si las cosas no están por salirnos de cara, nuestros castillos en el aire se acabarán desvaneciendo. Y es que a fin de cuentas lo que nos hace especiales son los demás.

Así que el fútbol, mejor, lo disfrutamos. Y me echo las manos a la cabeza pensando que esta semana depende tanto de mí, como por ejemplo de ti.


Y por si aún fuera poco, como dice Marwan, “en la vida real siempre gana el coyote al correcaminos”