(Ya está. Lo he vuelto
a hacer otra vez. Como el que le coge cariño a la piedra. Esa que duele, que
quema y que parece que siempre sale a flote en los vasos de ron)
- Hola. No te esperaba por aquí. ¿Qué tal lo llevas?
(Y sonríe claro. Y con
ella sonríe la tarde, las flores y hasta el vecino del quinto que siempre está
de morros. Ella sabe que con su sonrisa arregla el mundo y quiere arreglarme el
mío. Como si fuera tan fácil)
- Bueno, ando ocupado. ¿Pero eso no es malo, no?
(Ocupado en pensarte,
en descifrarte. Como si eso fuese una obligación, o unos deberes que me impone
la razón. Esos que quedarán pendientes para septiembre)
- Claro que no. Seguro que estás haciendo mil cosas
interesantes.
(Desde luego. Y
podrían ser dos mil más si me sonrieras así a todas horas. Pero tranquila, que
sé de sobra cuál es mi papel en esta historia)
- Y tú, ¿cómo estás?
(Contraataque rápido.
Para no soltarlo, para no cagarla....como si no lo hubiese hecho ya. Para saber que estarás bien, pero que
también podrías estar mejor. O a eso se aferran los valientes gilipollas)
- Bien, como siempre.
(No esperaba menos de
ti. Y vuelves a sonreír, y te revuelves el pelo para hacerlo todo más difícil, pero también jodidamente bonito)
- Me alegro.
(De que existas. Y
punto)
-Es tarde. Me tengo que ir.
(Lo sé, conozco de
sobra tus mil formas de irte. Y son preciosas, así que no quiero ni imaginar
como serían tus formas de quedarte)
-No te preocupes. A mi también se me hace tarde. ¡Hasta luego!
(Hasta que vuelva a
caer. Hasta que el autocontrol falle e imagine que todo vuelve a tener sentido.
O a intentarlo, para saltarme las señales y estrellarme entre tus curvas. Otra
vez. Y otra. Y otra. Y otra)
-¡Hasta luego!
(Te giras y te vas, aunque por si acaso te das la vuelta. Sé que lo has escuchado, pero no es más que
un disparo. Tranquila. No pasa nada. Simplemente me has matado otra
vez)
Porque el cementerio de las noches de insomnio también está lleno de valientes