Llueve a mares. Quizás ya no sepas si te llueve por fuera o
por dentro. Es como si el otoño se hubiese quedado contigo para darme un tregua.
La lluvia no te ahoga, pero a veces te sientes tan perdida que casi no puedes
respirar. Y te veo y estoy cerca, tanto que podría tocarte, pero en realidad ya
estás más lejos que nunca.
-Siempre llegas tarde.
-¿Tarde para qué?
- Para todo. No puedo con eso y lo sabes.
- Lo sé, pero en realidad nunca he parado de correr. Quizás ese fue nuestro problema.
-¿Por qué?
-Porqué quizás corrí demasiado, no lo tengo claro. Pero es
que cada vez que llegaba a la parada ya había perdido el autobús.
-¡Venga ya! ¿Crees que vas a arreglarlo todo con una puta
excusa barata?
-No hay nada que arreglar. Esto sólo es otra pregunta para
añadir a mi lista de porqués indescifrables.
-¿Porqués indescifrables?
-Sí. ¿Alguna vez te has preguntado por qué no seguimos los
consejos que le damos a los demás? Pues eso no es más que otro de los porqués
indescifrables.
-¿Y esa lista lo arregla todo?
-No creo, porque aún sigo sin saber por qué el último libro
que te regalé era el que explicaba como
olvidarte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario