Era un jueves, o un viernes, poco importa. Llenaba la maleta
de ilusiones y seguía pesando poco. Sabía que se olvidaba algo, pero la
convicción nunca es suficiente para llenar un equipaje de mano. Entonces, miró
su reflejo en el espejo y pensó que ese tren podía ser la solución a sus
ojeras. Porque volar es caro y suele pasar factura. Y el low cost siempre deja
resaca emocional.
-¿Crees que huir va a servir de algo?
-Espera, ¿quién ha dicho que esté huyendo?
-No sé, tiene toda la pinta. Me encantaría saber a donde
vas.
-A seguir escribiendo.
-¿A seguir escribiendo? Jodido gilipollas, ¿quién te crees
que eres?
-Me encantan tus piropos.
-Venga, déjate de vueltas inútil(es).
-Imagina un ejercicio de guión, vale. Todos hemos hecho tres
mil quinientos cada vez que vamos al cine. Y resulta que tu personaje lucha por
algo que no puede encontrar allí donde vive. ¿Qué harías?
-Traérselo a casa en un golpe de suerte. Es tu guión, ¿no?
-Pongamos que este es un guión con trabas, como la vida. Así
que tiene que arriesgarse y salir a buscarlo. Y solo entonces puedes seguir escribiendo.
-¿No tienes miedo de estrellarte? Bueno…de que tu personaje
no consiga su objetivo.
-Se estrellará. Pero da igual, porque estará escribiendo sobre lo que desea y acabará disfrutando del camino. ¿Sigues sin entenderlo?
-¿Y tú sigues teniéndolo tan claro?
-Lo único que tengo claro es que si esto es un guión con un
pequeño margen de maniobra, que mis puntos de giro sean los importantes.
“Y no hay error si te enseña a caminar” – Adriana Moragues
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