Desayune impotencia. Acompañada de tostadas de rabia y café
con penas. No le eche azúcar, porque endulzar la realidad es una quimera. Mejor
pruebe con una pizca de sal para las heridas.
Levántese y salga a la calle. Compre un libro que hable de
sus problemas. Pero sobre todo, tenga especial cuidado en seleccionar las
canciones adecuadas para su estado de ánimo. Modere el consumo de derrota,
porque es adictiva.
Coma fuera. Es domingo y se lo merece. Que no le importe lo
que ve alrededor. La culpa es del pintxo de tristeza que le acaba de servir esa
camarera. Quitando eso, la comida será exquisita. Aunque de postre le vendría
bien una buena cura de humildad.
Para merendar, no se prive de nada. Dedíquese a picar cosas
pendientes, que siempre ayudan a que la borrasca se le cuele por la ventana. Ni
se le ocurra cerrar ninguna puerta, de las baldas de la cocina, que seguro que
así tiene más posibilidades de abrir la siguiente…
Y para la cena reserve algo ligero. Una sonrisa por ejemplo,
para celebrar que usted está vivo. Que mañana es lunes y puede encontrar algo
por lo que merezca la pena luchar. Duerma, o por lo menos inténtelo, pero sobre todo no olvide que
los domingos se vuelve un auténtico gilipollas.
"Conozco a ese hombre, sí,
y me da miedo
A veces, de madrugada,
poco antes de acostarse, me mira
desde el espejo."
Karmelo C. Iribarren
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