Supongo que no es tan fácil, ya que la realidad sigue siendo demasiado ambigua para que todos lleguemos a entendernos. El caso es que pensar con claridad es una
actividad que se ha restringido a ciertas horas y que parece que mi cabeza solo
funciona a partir de las dos de la mañana.
No sé si es un problema o una virtud, pero en los últimos
días solo he aprendido que todo se merece tener un final feliz, que no es poco.
Que las cosas entran y salen en nuestras vidas y habitualmente todo depende de su principio y su final. Lo del medio se puede obviar. Es cuestión de sensaciones.
Y que al final, pase lo que pase, hay que moverse hacia delante. Hay que
bailar. Sino bailas, estás muerto.
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