Llueve. Por dentro y por fuera. Aunque por dentro siempre
parece que llueve menos. Esa es la teoría de la vida, protegerse en un
caparazón imaginario para intentar salir adelante.
Nos gusta tenerlo todo controlado. O por lo menos creer que
lo tenemos todo controlado. Pero en realidad las cosas se nos escapan. Como
se le escapa la arena entre los dedos a un niño cuando quiere jugar en el parque. Y si él lo encuentra divertido, ¿por qué nosotros no lo hacemos?
Supongo que todo sería más fácil si asumiéramos eso, que las cosas no son precisamente fáciles. Las redundancias siempre me han
gustado, aunque no estén reconocidas en ningún libro de estilo para escribir de forma correcta. No pasa nada. Eso, como el resto de las cosas, nunca ha sido fácil.
Y ahora que diciembre se vuelve más cuesta arriba que nunca
y que me toca vivir las Navidades probablemente más frías que he conocido, solo queda
intentarlo. Aunque la arena se nos escape entre los dedos cada cinco minutos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario