Al acabar le hice la pregunta más inocente que se me podía ocurrir en aquel momento: ¿por qué el verano terminaba si todo el mundo deseaba que no se acabara nunca? Y él me dijo que algún día me podría reír a gusto de aquello que acababa decir. Y yo no entendí nada, porque solo quería pasarme los días de vacaciones, paseando en moto y olvidándome de todo.
Sin embargo, el tiempo nos enseña muchas cosas, y justamente ahora sé que las cosas no dependen tanto de la estación en la que ocurran, sino de su intensidad y las ganas que tengamos que vivirlas. Por eso…ahora que por fin ha llegado septiembre, ha llegado el momento de reírse a gusto.
1 comentario:
Si no se acabase nunca, perderíamos esa agridulce sensación de desear inútilmente con todas nuestras fuerzas que, eso, que sea para siempre.
Qué bonito, Gonza... Hasta muy pronto ;)
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