Siempre le gustaron aquellos bares. No era por la
decoración, ni por los precios. Ni siquiera porque pusieran buena comida. El
caso es que cuando estaba en ellos se podía decir que estaba como en casa.
Sería cuestión de magia, pero por un momento creyó que podría quedarse a vivir
allí. Hasta que un día el garrafón pasó a servirse en forma de derrotas.
También le gustaba aquella canción. Su ritmo era sencillo y
la armonía también. Para él era una sensación horrible. Llevaba diez años estudiando música y
no podía explicar qué tenían de especial aquellas notas. El caso es que podía
pasarse escuchando esa canción horas y horas. Y de repente, un día cualquiera, perdió
toda la magia. Quizás, es que a los mejores magos también se les descubren sus trucos.
Siempre le gustaban las mismas personas. Las difíciles de
comprender y descifrar. Algunos no lo entendían, pero él siempre les explicaba con una sonrisa que las personas no son fórmulas matemáticas. Y que cuánto más
cuesta despejar la equis más bonito es el resultado.
Era sábado. Ella estaba en esos bares y justo sonaba aquella
canción. Sacó la cartera e invitó a una ronda de futuro, bien cargada de ilusión, esperando una
respuesta. Y entonces él lo supo todo porque ella no dijo nada.
“A veces la palabra que mejor lo resume todo es nada” – Benjamín Prado
“A veces la palabra que mejor lo resume todo es nada” – Benjamín Prado