Todo estaba oscuro. Era un domingo largo, de esos que
parecen que se quieren quedar a vivir contigo toda la semana. La ventana estaba
abierta, pero el alumbrado público tampoco tenía ganas de cambiar las cosas. Y
ese portátil, en el que buscaba respuestas a las mismas preguntas, tampoco
emitía suficiente luz como para iluminarlo. Era como siempre demasiado tarde,
pero una melodía familiar cambió el sentido a todo.
-¿Tú también has estado allí, no?
-Muchas veces. Y lo más raro de todo es que cada vez me ha
parecido un sitio diferente.
-¿Ha cambiado tanto?
-No, todo sigue igual. Se trata de algo más complicado,
¿nunca has tenido esa sensación?
-Me has descolocado, ¿por qué cojones es algo nuevo
entonces?
-Tengo una teoría.....¿sigues estando segura de que nunca has sentido
eso?
-Sí, porque para mí siempre ha sido igual. Los lugares nunca
cambian, acéptalo.
-A veces, tengo la sensación de que la gente tiene la manía
de llevarse cosas de los lugares. No hablo de algo material, sino de algo mucho
más importante.
-¿Y?
-Pues que cuando vuelves parece que falta algo, como si ese
lugar fuese una falsa copia de lo que era antes. Por eso creo que cambian y
que lo suelen hacer para peor.
-¿Y no te parecerán peores porque sigues persiguiendo el
pasado?
-He dejado de perseguirlo, pero a veces no podemos evitar ir a ver por donde va. Y ese sigue siendo un problema temporal.