29 jul 2013

Travels

Todo estaba oscuro. Era un domingo largo, de esos que parecen que se quieren quedar a vivir contigo toda la semana. La ventana estaba abierta, pero el alumbrado público tampoco tenía ganas de cambiar las cosas. Y ese portátil, en el que buscaba respuestas a las mismas preguntas, tampoco emitía suficiente luz como para iluminarlo. Era como siempre demasiado tarde, pero una melodía familiar cambió el sentido a todo.

-¿Tú también has estado allí, no?
-Muchas veces. Y lo más raro de todo es que cada vez me ha parecido un sitio diferente.
-¿Ha cambiado tanto?
-No, todo sigue igual. Se trata de algo más complicado, ¿nunca has tenido esa sensación?
-Me has descolocado, ¿por qué cojones es algo nuevo entonces?
-Tengo una teoría.....¿sigues estando segura de que nunca has sentido eso?
-Sí, porque para mí siempre ha sido igual. Los lugares nunca cambian, acéptalo.
-A veces, tengo la sensación de que la gente tiene la manía de llevarse cosas de los lugares. No hablo de algo material, sino de algo mucho más importante.
-¿Y?
-Pues que cuando vuelves parece que falta algo, como si ese lugar fuese una falsa copia de lo que era antes. Por eso creo que cambian y que lo suelen hacer para peor.
-¿Y no te parecerán peores porque sigues persiguiendo el pasado?

-He dejado de perseguirlo, pero a veces no podemos evitar ir a ver por donde va. Y ese sigue siendo un problema temporal.


17 jul 2013

I'll take a quiet life

Hoy no es un día cualquiera, o por lo menos él todavía cree que no debería serlo. Igual es que el verbo creer es tan ancho que siempre cuesta saber por donde cogerlo. Suena el despertador a las ocho, como siempre, ya que lo de madrugar más en verano que en invierno sigue siendo una rutina dura y necesaria.

Llega al espejo y se ve. Sigue siendo el mismo de siempre, aunque sus ojeras le recuerden que debería dormir más y pensar menos. Sigue en su caparazón en forma de batería, barcos y autobuses. Él sabe que el escenario siempre lo cura todo, aunque sea por unas horas.

Pero hoy no hay nada para salvarle. Hoy toca hacer el mismo trayecto de coche que hace exactamente dos años, pero todo es diferente, incluso él. Ya no hay aire acondicionado, los recuerdos se cuelan por las ventanillas, la compañía es más insulsa y las ilusiones dejan paso a un puro trámite insípido.

En el coche hay una radio nueva, pero está más cargada de recuerdos que nunca. La emisora tarda en sintonizarse y lo primero que se escucha es esa maldita canción de Radiohead que habla del pasado. Al principio sonríe, pero el problema es que las alarmas han saltado hace mucho tiempo y que por mucho que tachemos algunos días del calendario van a seguir ahí, ya que son imposibles de eliminar.


Y al final lo único que podemos hacer es transformarlos, pero para eso necesitamos demasiado tiempo.

12 jul 2013

Vectores

Ella me enseñó que no podemos olvidar. Con ella bailé una canción, no recuerdo ni su nombre ni su autor, ni si era lenta o animada, pero lo que sí que sé es que la escogimos nosotros. Eran otros tiempos, los de creer que los puntos de giro importantes son los que escribes tú y no un reproductor de música aleatorio. El caso es que bailamos una canción, pero no sabría decirte cuanto tiempo lo estuvimos haciendo. ¿Cuánto duran de media las canciones? ¿3 minutos? Pues yo no te sabría decir si la nuestra duró 10 segundos o 20 minutos, porque aquella noche los métodos de medición tradicionales no servían para nada. Cuando acabó, nos miramos y dijimos que ya era suficiente. Después nos dedicamos a fumarnos la noche, mojándola en vasos de ron para hacerla más llevadera. Así era más fácil y nos sentíamos menos extraños en medio de la multitud.


Ella me dijo que mis ojeras estaban cargadas de problemas y yo le dije que esos aún estaban por llegar, como los suyos. Los dos nos reímos, pero sabíamos que todo era como un encuentro entre dos satélites artificiales que tenían otra estación de destino deseada, aunque ningún insomnio les aseguraba llegar a ella. Los dos queríamos huir, pero acabamos yéndonos juntos a casa aunque durmiéramos separados. En el fondo, los dos sabíamos que huir no sirve de nada, ya que la distancia es un vector insignificante comparado con el tiempo.

9 jul 2013

Excusas oficiales

-Es por el calor, ¿no?

-Sí, esa es la excusa oficial. Dicen que con más de 18 grados es imposible conciliar el sueño, pero creo que eso es relativo.

-¿Por qué es relativo?

-Porque siempre ponemos en excusas para no reconocer la verdad, porque la verdad duele.

-La verdad es importante.

-La verdad es necesaria, pero duele. Es como cuando te obsesionas con algo y no te lo puedes quitar de la cabeza. Es fácil que entre ahí, pero sacarlo es un jodido problema.

-¿Cómo qué?

-Imagina que llevas todo el día tocando la batería. Es algo bueno en principio, incluso necesario, pero quieres desconectar y no eres capaz. Llegas a casa, pones música, y no puedes evitar fijarte en los ritmos. Te pones una serie y te fijas en cualquier sonido de percusión. Es imposible quitártelo de ahí. Pensar en ello se vuelve una jodida adicción, como una droga.

-¿ Y eso qué tiene que ver con lo de antes? ¿Es otra de putas metáforas?

-Puede serlo. Porque eso nos pasa con todo, aunque duela. Siempre estamos obsesionados con las mismas cosas, con los mismos problemas, con las mismas inseguridades. Y eso es algo muy duro de reconocer.

-No te entiendo, creo que necesito algo más práctico.


-Creo que ya lo tengo: ¿por qué le llaman insomnio si es pensar en ti?

6 jul 2013

Puntos aparte


El sol apretaba. No había playa, ni estudiantes y parecía que no quedaba nada de vida allí. Se asomaba a la ventana y simplemente escuchaba voces ajenas. Supongo que la culpa era de julio, o de los iluminados que dijeron que este iba a ser el verano más frío de todos los tiempos. Aunque en su caso, no iban tan desencaminados.

Era el último día y lo sabía. Había retrasado el momento a base de excusas baratas, pero tocaba pasear por última vez aquellas calles. Sin embargo, todo era extraño. Las piedras seguían en su sitio, los músicos y los turistas también, pero por primera vez se sentía diferente delante de aquello tan cercano.

Dando tumbos, acabó en el mejor banco de la Alameda, con las mejores vistas de la catedral y las mejores vistas de su vida en otros tiempos. Entonces, comprendió que el momento había llegado. Empaquetó los recuerdos, y pensó que las cosas que dejamos por hacer son las que al final echamos de menos.

Se levantó y encontró un papel. Por un momento, pensó que se trataba de una señal, otra de las muchas que allí había vivido. Lo abrió, pero lo único que encontró fue un itinerario de una excursión turística cualquiera. Entonces sonrió, pensando que Compostela también estaba un poco harta de él. Quizás es que las despedidas siempre tienen que ser así, difíciles.


Adiós Santiago de Compostela, has sido un placer.