28 jun 2013

Mudanzas

Santiago está vacío, como sin alma. Caminaba por la calle y se sentía con los bolsillos tan vacíos que buscaba cualquier cosa para llenarlos. Faltaba el borracho de la esquina, la pareja que se escondía del resto o ese grupo de amigos que tenía muy claro que esa noche iba a ser legendaria.

Entre las esquinas desiertas, pensaba que la solución a este mundo sería un nuevo Decreto-Ley sobre echar de menos. Si tanto critican las leyes en este país, que menos que criticar aquella que rige sobre el deporte más duro. La actual era demasiado arbitraria con todo. Y lo arbitrario suele ser injusto.

Ella siempre había podido echarle de menos. Él, a pesar de todo, parecía que ni siquiera tenía derecho a hacerlo. Y lo hacía a escondidas, como si solo pudiera infringir la ley de madrugada. Cuando todos dormían, cuando nadie podía verlo.

Santiago era demasiado pequeño y los recuerdos aparecían en todas las esquinas. Igual, el problema es que las habían utilizado todas. Eran las cuatro de la mañana y tocaba hacer la segunda maleta más agridulce de su vida. Empaquetó todos los recuerdos que hacían daño y cerró la cremallera mientras el mundo pedía una tregua.


Era lo justo, no podía permitirse que la maleta definitiva no estuviese cargada de lo bueno: de las piedras, de lo aprendido, de los sueños, de las ilusiones y de las otras guerras. Ese era el equipaje que quería llevarse para iniciar su nueva vida.  

24 jun 2013

Alquilando felicidad

Mario se ganaba la vida trabajando en un videoclub. Él odiaba el cine, pero se consolaba pensando que todos tenemos que salir adelante de algún modo. De hecho, le había acabado cogiendo cariño a algunas películas que la gente se llevaba a ciertas horas.

Un videoclub es algo así como una cuerda aferrada al pasado en el siglo XXI, pero por algún extraño motivo a partir de las ocho siempre se empezaba a llenar. Grupos de amigas buscando las novedades, chicos alquilando cualquier comedia barata, cinéfilos encontrando aquello que internet no les dejaba o parejas buscando otra excusa para estar juntos. El videoclub era el último recurso para una noche cualquiera.

Mario nunca se fijó en la gente hasta que llegaron ellos. Eran las cinco de la tarde y llovía. Ella sopesaba las películas con tranquilidad y él asentía a duras penas. Mario pensó que a él tampoco le gustaba el cine y se preguntaba qué cojones habían ido a buscar a las cinco de la tarde a un videoclub.

Estuvieron media hora dando vueltas y encontraron la película que ella necesitaba para aquella tarde. Los dos sonreían y eran felices, sobre todo él, como si la felicidad se pudiese alquilar en un simple videoclub. Escogieron un película absurda y mala que Mario vería días después porque se había quedado con la intriga.

Meses después, el videoclub cerró por reformas y Mario lo vio a él en la esquina de la calle con cara de circunstancias. Entonces, lo entendió todo. A ese chico que no le gustaba el cine no le hubiese importando verse todas esas películas estúpidas con tal de alquilar la felicidad de ella durante unos meses más. Y ahora, el videoclub y su vida se habían cerrado por reformas.


Además, aunque esta noche la luna estuviera tan cerca de la tierra, seguro que él nunca la había sentido tan lejos. Eso es así, ya que hay recuerdos que no se pueden quemar en una hoguera.

21 jun 2013

Cogiendo impulso

Todo sería más fácil si estuviésemos programados, como un ordenador. Desde luego, nos evitaríamos muchos problemas. Ponga los datos a cero y reinicie cuando se sature. Apague por la noche antes de dormir instalando las actualizaciones pertinentes. Así, nos olvidaríamos del insomnio y hasta los dispositivos externos se podrían retirar de forma segura, sin hacernos daño.

Hoy es un día para subirse al mundo por fascículos y para atragantarse con los recuerdos en el desayuno. Y para ir digiriendo que el autoconvencimiento no sirve para nada. Y la culpa no es de nadie, pero mañana empieza el verano y sigue lloviendo para todos.


He vuelto a las andadas. Hablar poco y escribir mucho, dormir nada y pensar demasiado, creer lo justo y soñar entre horas. Pero no pasa nada, a veces es necesario dar un paso atrás para coger impulso y saltar hacia adelante.

16 jun 2013

Formalidades médicas

En ocasiones, las heridas curan de forma muy lenta, pero siempre lo acaban haciendo. Y os lo digo después de los últimos meses, donde podría convalidar un máster de medicina práctica para la vida. El insomnio, como los hematomas, se acaba reabsorbiendo y las heridas acaban dejando cicatrices.

Y las cicatrices molan. Así, coloquialmente, porque ya vale de formalidades médicas mientras el mundo se viene abajo. A veces me gustaría contar todo lo que he aprendido. Sobre todo ahora, porque hasta que los disparos son fallidos no hay nada que aprender. En esas, lo importante es vivir.


Las cicatrices son importantes porque nos recuerdan los errores del pasado. Y ya no hay media noche, ni media vida, ni vida y media. Pero lo que tengo claro es que los errores importantes no son los que cometemos con los demás, sino con nosotros mismos.

10 jun 2013

Prórrogas

Vuelvo al tren y me gusta. Llueve, pero tampoco importa. Quizás así el vaso se llene un poco más. Cogemos retraso y lo veo necesario. Así lo escribo, por mono o por ganas. En definitiva, hoy todo está lleno de contradicciones.

Junio sabe a prórroga y a despedidas, pero también a empezar de nuevo. A llegar a puerto después del naufragio con rumbo firme, mientras me entretengo con lo que me cuenta el viento que seguro que es más interesante que echar la vista atrás. Y sobre todo, saboreando lo bueno que va a ser demasiado.

Nunca me han gustado las prórrogas, ya que suelen ser injustas e innecesarias. Pero esta en concreto me parece tan necesaria como maravillosa. Porque en el fondo, ese por el que a veces nos toca arrastrarnos, existen guerras que nunca se acaban ya que siempre volverán de una forma u otra.